Es el día que cumple años la propuesta "Mírame:diferénciate", y lo celebramos. Se pretendía calar en los profesionales, humanizarnos, sensibilizarnos con la gente que tenemos cerca.
Un año caminando miradas |
Yo, personalmente, me propuse no dejar sin mirar a un sólo paciente/familia/etc :perzuna/h humana/h" que se me acercase a la consulta o domicilio.
Y no es que haya cumplido, es que no os podéis hacer una idea de todo lo que he ganado, tanto a nivel profesional, ensalzando al máximo la relación enfermera-paciente (enfermera-"perzuna humana"), como personal: me he bebido un montón de miradas. Y detrás de cada mirada, hay una experiencia, un relato de vida, que en mayor o menor medida, en un sentido o en otro, me han ayudado a construirme y de-construirme un poco más.
Mi siguiente objetivo, fue que mis pacientes (dicho desde el cariño y no desde la posesión) saliesen de los encuentros que teníamos, si no con una sonrisa, al menos, un poquito reconfortados.
Y por ahí van los tiros ahora; gracias a este tsunami emocional del "mírame", seguimos recordando en torno a qué gira todo nuestro quehacer, nuestro centro de gravedad, que no es el ordenador, ni la nómina, ni los derechos o el reconocimiento: eso es parafernalia, myu necesaria, sí y que no es excluyente, pero nuestra base, nuestra esencia es el "cuidado a las personas": "ezoh oho negro!"
De este año, voy a destacar, así a vuela pluma, dos experiencias que me han quedado más marcadas. Recuerdo, y no pongo referencia por falta de tiempo, mis disculpas: una enfermera escribía una experiencia con un alumno que tuvo, respecto a algún paciente, dándole un beso al llegar y al marchar: un ritual que parecía prohibido. Pues queridos, gracias a ese comentario, aparte de rogar por tener un alumno que me enseñe, me he hinchao a dar besos, abrazos, a coger manos, etc, sin tener el mínimo reparo. Gracias a esa enfermera por contar su experiencia porque me ha hecho enriquecer de nuevo la relación con ellos, a acercarla, y todo eso, redunda en nuestra salud.
Y la otra experiencia, más personal. Este año, ha sido el último en atender, en su casa y en la consulta, a una anciana, gran anciana, con un alzheimer en fase infinita y a su hija. Nos hemos mirado mucho, a su hija primero, por eso del cuidado al cuidador y a ella también. Me ha pellizcado el corazón, esa mirada feliz, esas manitas delgadas que jugaban con unas muñequitas ajadas por el tiempo, esos párpados plácidos cuando le devenía el sueño.
Se nos fué, Isi, así quieta, sin hacer ruido, esperando la última caricia de su hija, a la que desde aquí, le doy mucha fuerza, un gran abrazo de osa y un beso con ruido. Y me quedo con esa sonrisa infantil que me dedicaba antes, durante y después de los cuidados. Esa sonrisa sin dientes, esa sonrisa con la mirada.
Y seguimos , no?
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